IZAR BELTZ ZINEKLUBA: Ciclo Hermanos Dardenne

IGANDERO 19:00etan

IZAR BELTZ ZINEKLUBA
HEGOETXEA
c/Medina de Pomar, 9 (irala)
En el primer piso

CICLO: HERMANOS DARDENNE
URTARRILA
26
El niño de la bicicleta (2011)
Otsaila
2
El niño
9
El silencio de Lorna
16
El hijo
El cine de los hermanos Dardenne
El cine de los hermanos Dardenne – Cinemarama
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por Aníbal Perotti
Ética y estética. Un plano filmado por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se reconoce en menos de tres segundos por su intensidad y su dinámica. La cámara tiene un lugar esencial como creadora de tensión y lazo caótico entre la interioridad de los personajes y el espectador. La puesta en escena reposa en una estética despojada, la ausencia de música y un dispositivo técnico sofisticado que coloca la cámara tan cerca del protagonista que por momentos parece perseguirlo. Sus películas tienen como escenario recurrente la región belga de Seraing cerca de la frontera alemana, una zona ligada históricamente a las industrias minera y siderúrgica en donde los directores pasaron su infancia. Los Dardenne filman en el margen de esta sociedad y muestran lo que no se suele (o no se quiere) ver: el trabajo de los jóvenes, la desocupación o los problemas de la inmigración clandestina. Es un cine de hondo contenido humanista que sin embargo está lejos ser didáctico o “comprometido” a lo Ken Loach, porque los directores tienen el coraje de no mezclar nunca la representación social con los buenos sentimientos. La marginalidad económica de los personajes no explica su comportamiento, no son víctimas que tienen legitimidad y derecho a hacer cualquier cosa por su condición. El reflejo de las múltiples adversidades o el combate diario por la supervivencia no engendran un cine simplista ni estereotipado. La ética del cine de los Dardenne no admite que se condene a sus personajes a una dimensión unívoca. En cada una de sus películas construyen una moral del relato que se apoya precisamente en la inmoralidad de los comportamientos representados.
Películas. Presentada en el Festival de Cannes en 1996, La promesa marca el principio del reconocimiento internacional para los directores belgas y es la primera manifestación brillante de un estilo realista alimentado por veinte años de práctica militante en el documental. Con Rosetta, película que obtiene la Palma de Oro en 1999, profundizan estos rasgos y construyen una ficción social como si fuera una película de guerra, donde la heroína es filmada como un pequeño soldado resistiendo al enemigo. Aparece por primera vez en su filmografía un procedimiento que será en lo sucesivo su marca de fábrica: el uso de la cámara pegada al cuerpo del protagonista y sus conmociones, un enfoque cerrado que genera la impresión de descubrir con sorpresa cada uno de sus movimientos. Se destaca asimismo el realismo nervioso de la puesta en escena y el uso genial del sonido fuera de campo, recurso que los Dardenne volverán a utilizar seis años más tarde en la secuencia terrorífica de la venta del bebé en El niño (segunda palma de Oro en 2005). Entre las muchas constantes que podemos encontrar en sus películas está el tema de la mirada. Rosetta avanza sin mirar a nadie hasta el inquietante desenlace donde por fin levanta la vista. En El hijo, Olivier (cuyo rostro permanece semioculto porque la cámara se mantiene a su espalda) observa sin cesar al otro protagonista hasta que, sobre el final, los dos miran juntos. El hijo es la obra cumbre de los Dardenne, una película austera y sugerente con un guión férreo y minimalista que lleva al extremo otro de los temas centrales en su cine, las relaciones paterno-filiales.
Política. En la familia de actores emblema de los Dardenne se destaca Olivier Gourmet, que trabajó en todas sus películas y recibió el premio al mejor actor en Cannes por la sutil composición del personaje del carpintero en El hijo. El primer suceso en la carrera de Gourmet fue el padre seco y odioso que interpretó en La promesa, película que marca el debut de otro de los actores de la casa, el notable Jérémie Rénier que encarna al pequeño Igor. Rénier es además el protagonista de El niño y demuestra toda su versatilidad en la soberbia construcción del frágil drogadicto en El silencio de Lorna, la última película de los Dardenne de reciente estreno comercial en Argentina que sirve de excusa para estas líneas. Lorna es una sobreviviente con su propia ley y su propio cosmos, que resiste en una zona donde (como ocurría en El niño) el cuerpo es a la vez la mercancía y lugar de la transacción. Es la película con más planos, elipsis y personajes en la filmografía de los directores, una complejidad que por momentos le resta contundencia. La impronta de Robert Bresson se siente (al igual que con Rosetta, que podría ser la hermana menor de Lorna) en la sacralidad de ciertos momentos y en la redención final (como en un cuento de hadas, Lorna atraviesa un bosque sombrío y encuentra refugio en una cabaña). Se trata de un cierre provisional, porque todas las películas de los Dardenne se detienen en el momento en el que algo se acaba, pero también sobre el principio de otro movimiento. Son documentos que muestran una realidad que preexiste y los sobrevivirá. Finalmente, esta manera de concluir sus películas es también una elección política porque sin redención estaríamos ante una suerte de determinismo social, y en el universo de los Dardenne siempre hay una grieta por donde se puede filtrar la libertad.