Urriak 10. Kontzertua!!

El próximo jueves 10 de octubre a partir de las 20 h. en el Ateneo Izar beltz(C/Andrés Isasi,15, barrio de Irala-Bilbao….http://izarbeltz.noblogs.org/) tendrá lugar un concierto bestial.

Por un lado nos visitan desde Valencia ANTIGUO REGIMEN con su elaborada base musical new wave. Recordamos ke tras telonear a los geniales gabachos FRUSTRATION:(http://www.youtube.com/watch?v=SqH50l-axyo) y a los sorprendentes turcos de SHE PAST AWAY (http://www.youtube.com/watch?v=oy2x_kHCy4w) vienen con las pilas cargadas de gira por medio estado a presentarnos su EP 7″ debut «La formación de la sombra» (Si kieres oir un adelanto aki tienes:
http://antiguoregimen.bandcamp.com/album/antiguo-r-gimen-la-formaci-n-de-la-sombra-7).

Por otro lado no les va a hacer sombra el grupo local , ECTOPLASMAS, con su jugoso After-punk , pura celebración de la lluvia oscura ke va a caer en Bilbao:(http://www.youtube.com/watch?v=JInvPvmEmO0).

El precio de la entrada será a 4 euros benéfico para la distribuidora/editora alternativa LOGOFOBIA (http://logofobia.wordpress.com/) , la cual suele editar libros , cds o dvds de temática libertaria.

Os esperamos el dia 10 de octubre-2013- para compartir una velada de lo más electrizante y/o underground, apoyando así los proyectos autogestionarios populares.

Izar Beltz Zinekluba
K/ Andrés Isasi 15, Irala

Irailak 29
19.00etan
Ciclo: Todavía es verano.

La rodilla de Clara
Le genou de Claire
(Eric Rohmer)

1970
105min.

Eric Rohmer: la no acción en el cine.
(TCM)

El verano es menos verano si no veo una película de Rohmer.
(Blog pedaladas a buen ritmo)
Ver una pelicula de Rohmer es como sentarse a ver crecer la hierba.
(Gene Hackan, en ‘Suave es la noche’ de Arthur Penn)

Pero el cine, pese al riesgo de partirse los riñones en el empeño, querrá ir un poco más allá de esa simple pintura que es.”

(ERIC ROHMER. El gusto por la belleza. Ediciones Paidos. Barcelona, 2000)

La rodilla de Clara forma parte de la serie de películas denominadas cuentos morales de Eric Rohmer. Se trata de un grupo de films realizados entre 1963 y 1970, que no son más que variaciones sobre un mismo tema. Siempre es la historia de un hombre y dos mujeres, quien mientras busca a la primera encuentra a la segunda, para finalmente volver a la primera. Un cine sencillo en apariencia, pero como la mayoría de películas de Rohmer esconde muchas más cosas.

Fetichismo con el toque Rohmer

La película narra la historia de un escritor que intenta conquistar a una joven que tiene novio. Instigado por una novelista, lleva adelante una operación de seducción que tiene mucho de afirmación personal. Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, la cinta es puro Rohmer: la compleja sencillez a la hora de contar historias.

Las ganas irremediables que el protagonista muestra por acariciar la rodilla de la chica es una reflexión sobre el deseo. Pero un deseo no entendido como un acto sexual o erótico sino como el deseo de obtener la belleza entendida como perfección, aunque sea sólo por un instante. Se trata de la esa “locura” tan humana de alcanzar algo que en apariencia se nos muestra como imposible.

Eric Rohmer, en realidad Jean-Marie Maurice Scherer, profesor de literatura, crítico de cine y redactor-jefe de Cahiers du Cinéma, ha sido uno de los autores cinematográficos más prolíficos del cine europeo. Este filósofo entiende el séptimo arte como el vehículo para plantear sus inquietudes filosóficas y morales.

Eric Rohmer: la no acción en el cine.

El cine de Rohmer en apariencia sencillo esconde una compleja línea de estilo propia. Su planificación de las secuencias, su puesta en escena está perfectamente estudiada, el lugar se transforma en el vehículo ideal para centrar la atención del espectador en el diálogo, el gran hit de Rohmer. Sí, prima el diálogo por encima de la acción, la verbalidad sobre lo sutil, lo racional del lenguaje sobre la emotividad de las sensaciones.

La rodilla de Clara es un simulacro. El gesto es el simulacro de un acto; la caricia, el de una posesión. El relato es la recreación de la aventura de un fetichista. Evidentemente totalmente alejado del sentido del fetichismo de autores como Truffaut o Buñuel, mucho más sexuales y carnales.

El film parece en ocasiones un cuadro de Gaugin, el lugar, el vestuario, las barbas del protagonista y la luz. La fotografía de Néstor Almendros buscan la naturalidad y el realismo propio de Rohmer y nos evocan la calidez del verano y las pasiones que tanto van con él. En definitiva, estamos ante una película para ver y ser escuchada.
Eric ROHMER: La Rodilla De Clara (1970)

Siempre que se pueda, es conveniente regresar chez Rohmer: al universo que componen las películas de este cineasta francés -recientemente fallecido- que, desde que me topé con aquel ciclo que le dedicó la 2 hace muuchos años, tengo por uno de mis dos o tres directores favoritos.
El verano es menos verano si no veo una película de Rohmer. Ayer tarde tuve la necesaria templanza de ánimo, y sobre todo, sobre todo, el tiempo suficiente para dedicárselo al cine. Cada vez es más difícil meterle con tranquilidad un DVD al reproductor, sabiendo que tienes por aliado un trozo de jornada, un rato de tiempo suspendido para enriquecer tu mirada y de paso airear tu interior. El cine como desvelamiento, como instrumento de revelación.

De tiempo suspendido, precisamente, se nutre el cine de Eric Rohmer, aquel artista tan celoso de su intimidad personal como consecuente en su arte: “Si el precio a pagar a cambio del éxito tiene que ser la quiebra de mi libertad o de mi intimidad, entonces lo considero demasiado caro, y por consiguiente, inasumible”, dijo en una carta al director de no sé qué festival al que rehusó asistir.
Tiempo suspendido (tiempo de ocio, de descanso, de vacaciones), propicio para que los personajes de sus películas se sumerjan en experiencias decisivas. Y en el contexto de un espacio natural como decorado que le da sentido a esas historias.
Muchos considerarán que Rohmer se limitaba a filmar a personas que no paran de hablar. Quien se sienta atraído por su propuesta entenderá que si su pretensión de hacer un cine objetivo sobre la subjetividad acaba mostrando a personas que actúan y hablan, el resultado muestra que esa propuesta es producto de una actitud ética que merece nuestra atención.

Me pasa con todas aquellas películas de las que más grato recuerdo guardo, pero sobre todo me pasa con las de este director alsaciano: que apenas me acuerdo del argumento y se me confunden las unas con las otras, aunque sé bien lo enriquecedora que resulta la madeja de su personalísimo estilo, y el bien que me hizo cada vez que tiré de ella, con cada película suya.
Pero es por eso, por la uniformidad de su estilo, de su propuesta. Porque el sentido de sus películas no está en lo que sus personajes cuentan, sino en el estudio de por qué cuentan lo que cuentan y por qué se comportan como lo hacen. Rohmer no los juzga, pero sabe desvelarnos su interior, mostrando su complejidad.
Tiene predilección por aquellos que gobiernan sus impulsos y que permanecen en un segundo plano; que se miran a ellos mismos, que son conscientes de su propia consciencia.

Un buen ejemplo de todo esto -tan bien expuesto en el libro que sobre el director sacó Cátedra (de referencia su serie sobre cineastas)- lo tenemos en los protagonistas de La Rodilla De Clara, en la que la escritora Aurora (una de esas veces en las que los personajes se sirven de los actores que los interpretan, pues se trata de la novelista rumana Aurora Cornu: ya me parecía a mí su dicción muy clara y lenta. Ejemplo pues de la intención de Rohmer por buscar intérpretes que sean capaces de actuar sin dejar de ser ellos mismos) se sirve de su amigo Jérôme para terminar de escribir un argumento que se le resiste. Su amigo le seguirá el juego en la relación que le propone con la joven Laura, aunque finalmente será su hermanastra Clara la que merezca su interés.
Con interesantes reflexiones sobre el deseo, la voluntad y la posesión, o esa atracción por la belleza cuando va ligada a la juventud que produce en alguien mayor la sensación de exclusión, es sin embargo el registro climático y atmosférico, tan importante siempre en el cine de Rohmer, lo que de nuevo con más fuerza me golpea.

El decorado lo pone el lago de Annecy, cerca de la población de Talloires: los traslados en barca a motor; los días claros que se alternan con la bruma; la tempestad desatada sobre el lago; el aire alpino de montaña… Un buen ejemplo de cómo sacarle partido dramático, y no solo físico, al lugar de rodaje.
El libro de Carlos F. Heredero y Antonio Santamaría, al que me gusta acudir cuando veo cada película, nos cuenta precisamente la importancia de la localización temporal y geográfica en las historias, reflejando el amor profundo por la naturaleza y el deseo confeso de Rohmer por representarla.
Su voluntad por aprovechar al máximo la luz natural no es sino efecto de esa máxima que dice que “a medios más simples, mayor libertad”, y que Rohmer ejemplifica bien. Voluntad de autenticidad. De nuevo, a la ética por la estética. Por eso es un maestro indispensable para mí.

No desmerezcamos nunca a un artesano parco en medios, sobre todo si hace de ello algo intencionado, buscando el despojo de la artificiosidad. Qué sencillas parecen sus películas, y sin embargo -leo en estos libros sobre ellas-, ¡cuánto trabajo minucioso hay detrás! Siempre me pasa lo mismo: me llama la atención alguna escena, algún objeto, y pienso si será casual. Luego me llevo una sorpresa cuando me entero de que no: cuenta Néstor Almendros (aquel mago de la luz con el que trabajó Rohmer), que La Rodilla De Clara tenía que tener, según deseo de su director, un “efecto Gauguin”: de ahí el uso de colores uniformes en las vestimentas, o que las montañas aparezcan lisas y azules sobre el lago. Y todo dentro de su preocupación por trasladar a las imágenes los matices de las condiciones atmosféricas, lumínicas, al rodar.
Gracias a esa intención, al ver la película podemos volver a sentir cómo personajes y decorados parecen entrelazados. Y así quisiéramos, pues con sus películas Rohmer eleva nuestra sensibilidad, quedar unidos nosotros también. Quizás para olvidar una existencia anodina, o mejor: para retomar nuestro pulso vital.
Qué bien sienta volver, siempre que se pueda, y aunque sea solo por un rato, a chez Rohmer.

ACERCA DE “LA RODILLA DE CLARA”

“La Rodilla de Clara, en la versión novelada, se presentaba en forma de un relato de Jérôme, que describía la trayectoria de sus propios pensamientos. ¿Cómo pintar en la pantalla esa pura emoción interior?. El comentario era la regla, pero su superposición plana sobre la imagen me parecía ociosa y artificial, puesto que en el origen de este flujo de reflexiones había un acontecimiento único y cuya unicidad era el precio. Aquí ya no era posible jugar con el desfase entre el tiempo de la acción (en el sentido gramatical del término) y el del pensamiento. Mostrar un acto y dar el pensamiento preciso de quien lo realiza, en el momento mismo en que lo realiza, ¿es cine o no?. No lo sé. En todo caso, ello va en contra de esta verdad corriente según la cual la mayor parte de las cosas que somos testigos se desarrollan en menos tiempo del “que es necesario para contarlas”. Así pues, en vez de superponer, decidí yuxtaponer. En dos pasajes clave de la película, aquel en que Jérôme contempla la mano de Gilles apoyada en la rodilla de Claire, y aquel en que, en la cabaña, él apoyará a su vez su mano, presento primero los hechos, de forma directa, objetiva, dejando que se ignore todo acerca de los pensamientos de mi personaje, y luego, en el curso de una conversación, hago que los cuente él mismo a la novelista, divertida y crítica: ¡Qué importan tus pensamientos –dice ella-, lo importante es que formáis un grupo pictórico! Pero el cine, pese al riesgo de partirse los riñones en el empeño, querrá ir un poco más allá de esa simple pintura que es.”

ERIC ROHMER. El gusto por la belleza. Ediciones Paidos. Barcelona, 2000

“La Rodilla de Clara es un simulacro. El gesto es el simulacro de un acto; la caricia, el de una posesión. El relato es el simulacro de una aventura. Los Cuentos morales nos sumergen en un mundo de simulacros, de apariencias engañosas.

Como demuestra esta película, el erotismo de Rohmer descansa sobre la negación de la sexualidad. En cuanto a Jérôme, es totalmente inadecuado evocar un “fetichismo de la rodilla”, ya que su interés por ella no es de carácter sexual más que en apariencia. La realidad es bien diferente: de lo que se trata para el narrador, como de costumbre, es de terminar con el gusto romántico, y en adelante, inoportuno, por las aventuras, puesto que está a punto de casarse.

Evidentemente, Jérôme no es alguien que tenga una fijación especial por las rodillas de las jovencitas; no es un personaje de Buñuel ni de Nabokov. En ningún caso esta película podría haberse titulado “La rodilla”, puesto que no es la historia de una obsesión sexual, sino la de un desafío y, más profundamente, la de una conjura en los dos sentidos de la palabra: exorcismo y complot. Todo transcurre, de hecho, como si Jérôme hubiera puesto sus miras sobre la rodilla de la muchacha porque, del cuerpo deseable de Claire, aquella era la parte menos comprometida. A medio camino del pie (ridículo del fetichismo) y del sexo (vulgaridad del deseo), la rodilla es la parte “baja” del cuerpo de Claire menos sexual. En otras palabras; si Jérôme hubiera fijado como objetivo de su conquista cualquier otra parte del cuerpo de Claire, habría tenido que afrontar las consecuencias azarosas de su deseo declarado de posesión. De aquí se deduce que la rodilla de la joven es seleccionada como punto de atracción erótica por nuestros personajes únicamente en virtud de esta cualidad esencial: reducir al mínimo las posibilidades de fracaso. “Poseer” por medio de una caricia audaz la rodilla de Claire es suprimir la idea misma de la posesión o, si se prefiere, sublimarla perfectamente.

Al contrario de lo que deja suponer falsamente el narrador, éste jamás ha tratado de conseguir a Claire en tanto que sujeto. Claire permanece fuera de la historia, y no sabrá nada, no sentirá nada, no entenderá nada del cálculo retorcido de Jérôme. El goce de éste habrá sido perfectamente secreto y egoísta. Fortalecido por esta victoria, Jérôme puede tomar la decisión de casarse con su amante oficial, que en el relato permanece fuera de campo. De la misma manera que, en el cine de Rohmer, existe una intriga aparente y otra secreta que persigue y confiere sentido a la primera, aquí hay una finalidad aparente (el supuesto objetivo señalado por el título del film) que enmascara la apuesta verdadera (el matrimonio que el narrador –lograda en apariencia su finalidad aparente- ya puede permitirse de entonces en adelante)”.

PASCAL BONITZER. Incluído en el Número 9 de la revista Viridiana. Madrid, 1995